Saberme libre me obliga a reconocer que soy yo quién elige lo que hace, lo que dice, lo que calla y lo que evita. Y esta decisión me hace responsable de todo eso y de su consecuencia.
Soy yo el que decide y por eso son míos mis éxitos y mis aciertos tanto como lo son mis errores y mis fracasos.
La felicidad es la tranquilidad de quien sabe con certeza que está en el camino correcto.