El equinoccio es el momento en que tanto el polo Sur como el Norte están a la misma distancia del Sol, lo que significa que tanto la noche como el día duran exactamente el mismo tiempo, doce horas, en cualquier punto del planeta.
¿Qué es el equinoccio de otoño? Su nombre viene del latín, aequinoctium, de aequus nocte, es decir, “noche igual”. Hay dos equinoccios al año, el de primavera y el de otoño. En el hemisferio Norte de la Tierra, el primero se produce el 20 ó 21 de marzo, y el otoñal el 22 ó 23, pero de septiembre. Por ejemplo, el equinoccio de otoño de 2016 tiene lugar el 22 de septiembre. En el hemisferio Sur, el equinoccio de otoño es el de primavera.
Aunque se habla del día del equinoccio, pues lo que más notamos es la igual duración del día y la noche, en realidad, el equinoccio se produce en una hora concreta y exacta, que es el momento cuando el sol alcanza su cenit en el cielo visto por un observador que se encuentre en el ecuador de la Tierra, y su luz llega de forma completamente perpendicular a todas las partes del planeta en algún momento de ese día. En otras fechas, el Sol se verá más alto o más bajo en ese mismo punto terrestre, pues hay que recordar que la Tierra tiene el eje algo inclinado respecto al Sol. Eso hace que el equinoccio de otoño de 2016 se producirá a las 14:22 horas del citado día 21 de septiembre.
Viaje alrededor del Sol
La Tierra se mueve alrededor de la estrella del Sistema Solar, el Sol, en una órbita que no es redonda, sino ovalada, en un tiempo que es de un año y seis horas. Esas seis horas se convierten en un día más cada cuatro años, los bisiestos, para que los relojes y los calendarios que usamos no se atrasen respecto al tiempo real transcurrido.
El eje de la Tierra no es vertical, sino que está ligeramente inclinado respecto al plano de su órbita, lo que provoca que en su viaje anual alrededor del Sol, la luz de este incide más en el hemisferio Norte que en el Sur durante parte de ese viaje orbital y al revés, llega más luz, y por tanto calor, a la zona Sur que a la Norte en otro periodo de ese viaje. Según el momento del año, mientras en el hemisferio Sur es verano tórrido, con 40 grados por ejemplo, en el Norte, es invierno con 10 ó 20 grados bajo cero. Además, la correlación es simétrica, si en Argentina o Chile es otoño, en España o Polonia es primavera.
El equinoccio de otoño, al igual que el de primavera, se puede presentar en alguna hora dentro de un rango de cuatro días, entre el 21 y el 24 de septiembre -en el de primavera, entre las mismas fechas de marzo-. Este compás de tiempo se debe tanto a que los años tienen seis horas además de los 365 días, lo que se corrige en los calendarios creando años bisiestos, es decir, la duración del viaje orbital de la Tierra alrededor del Sol, como del propio movimiento rotacional del planeta, lo que afecta en un periodo de horas, o mejor dicho de días, que es el de los cuatro días mencionados. Esto permite calcular que el equinoccio de otoño más tardío del siglo XXI se ha producido en 2003, el 23 de septiembre, y el más madrugador tendrá lugar en 2096, el 21 de septiembre, y por su parte, las fechas más temprana y más tardía del equinoccio de primavera están en esos mismos años, pero al contrario.
Las estaciones
Las fechas de los equinoccios marcan, al igual que los solsticios, los días de cambio de estación meteorológica, y, como se ha indicado, el equinoccio de otoño del hemisferio Norte es el de primavera del hemisferio Sur, y por ello, en la mitad norte del planeta, la estación que comienza en septiembre es el otoño, mientras que en la mitad sur llega la estación de la primavera.
Sin embargo, en los polos terrestres, lo que ocurre el 21 ó 22 de septiembre, fechas de la mayor parte de los equinoccios, es que en el polo Norte se pasa de un día que ha durado seis meses, a una noche que durará otros seis meses. En el polo Sur, esa fecha marca el fin de una noche de seis meses para pasar a un día que durará también seis meses. Es decir, seis meses en los que siempre hay luz solar o seis meses en los que la noche es completa todo el tiempo.
Así, los equinoccios, cuando el día y la noche son iguales, y en los solsticios de verano y de invierno, cuando la diferencia de horas entre el día y la noche es mayor -en el solsticio de invierno, la noche es la más larga del año, y en el de verano, la más corta- señalan los días de comienzo de las estaciones meteorológicas: otoño y primavera en los días equinoociales y el invierno y el verano en los días solsticiales.
Los días se acortan
A partir del equinoccio de otoño, comienzo de esta estación, en España, en el hemisferio Norte, los días se acortan con rapidez, pues cada día amanece un minuto más tarde, y el Sol, por su parte, se pone dos minutos antes que el día anterior. Por lo que en un mes, los días se acortarán una hora y media, llegando a finales de octubre, cuando se producirá otro acortamiento más abrupto todavía, pues en España se produce, como en otros países de la Unión Europea, un adelantamiento del reloj en una hora en un solo día, de forma normativa, aparte de la natural. Este adelanto de la hora se produce el último domingo de octubre, inaugurando el horario de invierno, que se terminará el último domingo de marzo, cuando los relojes volverán a retrasarse una hora.
Celebraciones del equinoccio
El equinoccio de otoño ha marcado un momento de cambio en todas las culturas y religiones del mundo, al ser la puerta de entrada del otoño, cuando ya se han recogido las cosechas y es el momento de hacer acopio de todo tipo de frutos y alimentos para hacer frente al invierno.
También es un momento que tiene mucha relación con la muerte, tal vez en conexión con que la luz, a partir del equinoccio, es menor que la oscuridad, de ahí las conmemoraciones de los difuntos en el cristianismo y en el paganismo, como es el Día de Difuntos y la fiesta de Haloween.
Por ejemplo, en China es tradicional celebrar el día del equinoccio el fin de la cosecha del arroz y a la vez el nacimiento de la luna. Por eso, en ese día las familias se reúnen a comer “pastel de luna”, preparado con harina de arroz.
La cultura maya también celebraba el equinoccio otoñal, uniendo la celebración por la cosecha con el descenso del dios Kukulcán, representado por una serpiente emplumada, sobre la pirámide de Chitchén Itzá.
También es conocida la celebración japonesa del Ohigan, una festividad de seis días que recuerda a los humanos el carácter dinámico de la vida a través de los cambios estacionales. Son momentos de reflexión, de búsqueda de la iluminación y de honrar a los muertos, a los que se les ofrece comida y bebida para su descanso y bienestar.
Por su parte, la celebración del equinoccio tuvo una gran importancia en la cultura celta, al ser una de las ocho celebraciones importantes del mundo celta. En esas ocasiones, los druidas oficiaban ritos especiales de carácter sagrado, al ser los líderes espirituales, pero también políticos, de aquellas comunidades.
Para los celtas, el año era la Rueda de la Vida, y terminaba el 31 de octubre, día de Samhain, fecha que la iglesia católica sustituyó por la del dia de Difuntos conforme la cristianización se extendió por Europa. Pero antes, tras las cosechas, organizaban la fiesta del agradecimiento en la fecha del equinoccio, llamada de Mabon, en la que se hacían ofrendas a los dioses de la abundancia, como Brigit, Lugh y Dagda, dándoles gracias por todo lo recibido y en ruego para que fuese igual el año siguiente . Además de los rituales religiosos, había un gran banquete de tres días donde se comía sin tasa y se bebía todo lo que se desease, al ser una fiesta con menos acento espiritual que otras celebraciones druídicas como la de Yule.
El calendario republicano francés
Durante la Revolución Francesa de 1789 se creó un nuevo calendario con semanas de diez días y con nombres para los meses y también para cada día totalmente nuevos. El año empezaba el día del equinoccio de otoño, el 22 de septiembre, que en el nuevo calendario era el primero de Vendimiario, y el día se llamaba de la Uva.
Este calendario duró desde 1792 a 1806, cuando fue abolido por Napoleón, quien volvió al calendario gregoriano usado en la mayoría de los países. El calendario fue creado por el matemático Gilbert Romme y los astrónomos Lalande, Delambre y Laplace, y con la colaboración del poeta Fabre d’Eglantiine, quien aportó los nombres de los meses y de los días. El calendario republicano francés volvió brevemente cuando cayó Napoleón y en la brevísima Comuna de París.