La ciencia lo confirma: hay personas que consumen nuestras energías

 

Solemos llamarlas personas víricas o vampiros emocionales. Son perfiles que nos contagian sus emociones negativas hasta el punto de drenar nuestras energías, dejándonos agotados, con cefaleas y envueltos en el velo ceniciento del desánimo. Para los científicos este tipo de dinámicas pueden mermar por completo nuestro bienestar psicológico debido al curioso impacto que tienen en el cerebro.

Resulta llamativo cómo la psicología popular gusta siempre de hacer uso de terminologías que describen muy bien determinados procesos conductuales. Llamar “vampiro emocional” a aquellas personas que por sus comportamientos, palabras o actitudes nos abocan a un indefinible malestar es una buena metáfora.

“Si alguien busca un cubo para echar su basura que no sea tu mente”

-Dalai Lama-

Sin embargo, cualquier experto en el tema nos dirá que además de robarnos la energía -que lo hacen y así ha podido comprobarse científicamente- lo que consiguen además es contagiarnos su propio estado emocional. Pongamos un ejemplo: a nuestro lugar de trabajo llega un nuevo compañero. A medida que lo conocemos nos damos cuenta que nunca habla de nada positivo que le haya ocurrido, que siempre está en “estado de queja“.

Cuando estamos con esta persona, y a pesar de preguntarnos casi de forma constante aquello de “¿por qué tengo que estar escuchando estas cosas?”, no podemos evitar contagiarnos de ese negativismo que la caracteriza, hasta el punto de ver cómo en ocasiones disminuye nuestra productividad laboral. De hecho, existen interesantes estudios que llaman a este tipo de personas “manzanas podridas”.

Es decir, son perfiles que habitan en toda organización laboral y que por su actitud negativa pueden “infectar” a toda la plantilla de su misma carga emocional. Asimismo, logran crear auténticos entornos hostiles donde más de un trabajador puede pedir la baja al sentirse literalmente “quemado”.

Sin embargo, el fenómeno de la manzana podrida o el vampiro emocional abarca muchos más contextos y despliega muchas más dinámicas…

Lo que ocurre en tu cerebro cuando te “roban” las energías

Para comprender lo que sucede, cuando día tras día debemos relacionarnos o estar cerca de una persona victimista, negativa o simplemente desgastante, vamos a hacer un pequeño viaje al pasado. Piensa que nuestro cerebro, por esas cosas que tiene la selección natural, está programado para entender la sociabilidad y el contacto con los nuestros no solo como algo positivo, sino necesario. Así, lo que hicieron nuestros ancestros para incrementar sus posibilidades de supervivencia fue formar núcleos de varios individuos.

Necesitamos por tanto a otras personas para sentirnos bien, para relacionarnos y crear vínculos significativos. Cuando así lo hacemos nuestro cerebro libera oxitocina. Sin embargo cuando no logramos “acoplarnos” a alguien, cuando lo que recibimos es cierta hostilidad o desconfianza, lo que libera entonces el cerebro es cortisol, la hormona del estrés. De esta manera, en nuestra mente habitará una sensación muy concreta: la de amenaza.

Asimismo, tampoco podemos descuidar lo que sucede en esa sofisticada red de células interconocetadas que conforma nuestro sistema de neuronas espejo, orientado no solo a registrar y procesar cada expresión facial de las personas o su lenguaje corporal. Lo que también hace muchas veces contagiarse de esos mismos estados emocionales de quienes nos rodean. Asimismo, los científicos nos dicen además que hay quien es más sensible que el resto a esta “impregnación”, de ahí que poco a poco, se forme un cóctel envenenado para nuestra propia salud y equilibrio psicológico.

Así, el efecto del estrés químico en nuestro cerebro ocasionado por una sensación de amenaza permanente combinado con el contagio de las emociones negativas que recibimos de los demás, hace que tengamos un único y persistente deseo: el de escapar.

Qué hacer para mantener un buen nivel de energía

Nos encantaría poder decirte que para hacer frente a los vampiros emocionales o perfiles roba-energías, basta con alejarse de ellos. Sin embargo, es poco más que un eufemismo, porque si hay algo que todos sabemos es que pocos pueden dejar su puesto de trabajo solo porque en él hay una “manzana podrida”. Nadie puede tampoco poner distancia para siempre de esa madre o ese hermano que nos quitan las ganas, la felicidad y las energías cada vez que nos reunimos con ellos.

Un buen libro para aprender sobre el tema y donde seguir profundizando en estudios científicos es “Emotional Contagion, Studies in Emotion and Social Interaction” . En él, se nos explica que lo mejor en estos casos es aprender a ser “impermeables” a este tipo de interacciones con tal de salvaguardar el bienestar físico y emocional

A continuación, te proponemos reflexionar en unas ideas.

3 claves para conservar tus energías

  • Tienes mecanimos de defensa para controlarlos. Un modo muy efectivo en el que deberíamos entrenarnos es “desactivando” el impacto que puedan tener sobre nosotros. No dudes por ejemplo en repetirte para ti mismo y a modo de mantra aquello de: “ellos consumirán mis energías tanto como yo se lo permita”.
  • Racionaliza. Hay personas que tienen la insistente costumbre de hablar solo de cosas negativas, de lo mal que les trata la vida. Un modo de detenerles es racionalizando con asertividad: “en lugar de quejarte reacciona contra todo lo que no te gusta”, “me gustaría que por y solo por una vez, fueras capaz de hablarme de cosas positivas”.
  • Aprende a decir “no”. Esta estrategia es tan simple como efectiva. A partir de ahora indícale a tu vampiro emocional “que no tienes tiempo para escuchar sus críticas, que te niegas a ser partícipe de rumores y que te niegas sobre todo a ser maltratado de cualquier forma posible”.

Para concluir, hay un instante en que uno debe tomar conciencia de sus propias necesidades para evitar que otros parasiten la propia vida y la calma. Puesto que no siempre nos es posible rodearnos de personas que nos traigan equilibrio y felicidad, aprendamos por tanto a manejar a quien nos traen vientos huracanados con respeto y madurez, pero también con la firmeza que da saber lo que quieres. 

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